DESPERTADOR SUBCONSCIENTE
El
despertador me ha fallado.
Jamás
me advierte que está retrasado.
O
tal vez es tan inteligente que lee, sin querer, subconscientes.
Y
el mío le cuenta hace tiempo que quiere poder volar lejos.
Salir
de esta rutina asfixiante. Menguante.
De
esta aridez insultante.
Acepto
su desafío.
Vuelvo
a quedarme dormido.
Colándose,
esta vez, un descuido.
Un
testigo.
El
que siempre quiero ser y nunca he sido.
Y,
en pleno estado REM, él
transforma
sueños en recuerdos.
Anhelos
en andanzas.
La
Historia entera en el tablero de mi juego,
en
el que invento yo las reglas.
Usando
como dado
aquello
que nos viene dado.
Aquello
que nos da infinito al ser sumado.
Y
al lanzarlo:
Salgo
de esa vida en que estoy preso.
De
la maldita casilla en la que caigo cada día.
La
de la cárcel urbanita.
Corro
como un potro desbocado.
Lucho
contra griegos y romanos.
Defiendo
Atenas y Cartago.
Derroto
al Risk hasta a Alejandro Magno.
Me
expando.
Siento
mi Renacimiento.
En
Florencia, cual toscano, con Miguel Ángel
echo
el resto.
Tomo
unas capillas al fresco
y
hasta a Da Vinci le incomoda
que
provoque carcajadas a su Gioconda.
Soy
la oreja de Beethoven
trasplantada
por Van Gogh;
la
novena sinfonía en girasol bemol.
Soy
el que piensa por Rodin,
el
que impresiona a Renoir,
el
que critica la razón de Kant.
El
que escucha Aida y la pone «verdi».
El
que escribió a mano todas las mentiras de Shakespeare.
Y
aunque a Dante le adivino las comedias,
me
lavo las manos haciendo pilates.
Y
todo eso lo hago por «Descartes»,
porque
pienso y luego existo.
Y
existo siendo aquel que quiero ser.
Igual
que Karl.
Karl,
el mayor de los hermanos Marx.
Siendo
aquel que quiero ser.
El
que viaja por el tiempo sin Delorean,
sin
saber aún qué es realidad y qué es «fricción».
El
que viaja sin cartera.
Una
quimera en el presente que ahora ya me espera... pues
despierto.
Muy
lento.
lento,
lento, lento...
¡El
despertador me ha fallado, de nuevo voy tarde al trabajo!
¡Salto
de la cama en un brinco; entro a las nueve, son menos cinco!
Tomo
dos cafeteras,
me
deslizo por la escalera, abro la puerta...
y
antes de poner un pie en el mundo, me pregunto:
«¿Quién
quiero ser?
¿Alquimista
o esclavo?
¿Girasol
o bemol?
¿Quimera
o cartera?
¿Dante
o un descarte?
¿Quién
quiero ser?»
Vivir
es solo una actitud.
La
de soñar despierto o la de vivir durmiendo.
La
de seguir la inercia o la de tomar conciencia
del
paso dado.
Alquimista
o esclavo.
Tomar
conciencia
del
paso dado.