LENGUA ANIMAL

 Ser tú plenamente depende también de a quién tengas enfrente. 

(Proyecto: Poemas de un solo trazo / 2022) 


Yo hablo. Tú eres lengua.

Yo soy hombre. Tú eres bestia.

Yo me acerco. Tú me invades.

Yo me apreso a tu locura y tú eres cuerda.


Eres lengua, invasora, eres lengua.

Soy inercia, salvaje, soy inercia.

Me invades, me retumbas, me despiertas.

Tu lengua me invade y ya es mi lengua.


Me invade, tu lengua animal, me invade.

Me invade, tu apetito voraz, me invade.

Me invade.


Me invade tu forma de aunar palabras con estilo, sin recursos estilísticos.

Me invade tu forma de ser tan real como un chubasco y tan sutil como un bramido.

Me invade tu oleaje estallando contra mis cúspides de amianto

y tus tsunamis abrumando mis suspiros.

Me invade tu locura ondeando siempre la bandera de lo ajeno,

despojando así de telas mis gemidos.

Me invade la posibilidad, antes remota, de gemido tras gemido, tras gemido,

salirme nuevamente del rebaño,

y dejar de ser lana aferrándose a la oveja hasta ser su propio desperdicio.


Me invade la posibilidad, antes remota, de simplemente ser un grito.

Soy un maremoto mudo deseando que se escuche su abordaje en otro mundo.

Hasta ser una pléyade de éxtasis asombrándose a desgarros a si mismo.

Ser un grito.

Y otro grito.

Y otro grito.

Y otro grito.

Ser una suma de gritos saturando el tiempo,

hasta salir por la fuerza del agujero negro del silencio.

Hasta dejar de ser el grito opaco que no entiende de qué sirvió enmudecerse

si no hay nada más valiente

que ser grito,

y otro grito.

y otro grito.

y otro grito.

Ser la suma de gritos que al salirse del rebaño

esquilan el asombro en otros párpados

mientras su lengua rumiante mastica tempestades.


Ser la lengua desatada que cabalga.

Ser la sílaba abstrayéndose de acentos y reptando sinuosa

por la escarpada caída de cualquier tipo de abismo.

Ser la onomatopeya cierta, naciendo hasta del hipo, 

sin necesidad de más adorno que el instinto.


Y dejar de ser

la lúgubre luz que me acompaña,

desde que la sinfónica batería de mi madre

eligió dotar a mi pecho de un mísero latido.

Golpe tras golpe tras golpe latiendo tras latido.

Golpe tras golpe tras golpe redoblándome el vacío.


Toda batería es un redoble que nos redobla la vida al estar vivos.


Tu lengua me invade y mi lengua se acelera.

Tu lengua me sutura y mi lengua se despliega.

Tu lengua va esculpiéndome en los ojos animales,

que se tornan epidemias de sentidos.

Veo halcones planeando sobre sombras.

Veo cuervos llevando flores a los nichos.

Veo ruiseñores escalando cada Mi, hasta derretir los Soles.

Veo garzas, cisnes, perros, gatos, hormigas, cerdos de todo tipo.

Veo animales desbocados sabiéndose tornado

ahuyentando a humanos sabiéndose remilgo.


Veo lenguas animales invadiendo el territorio del cobarde.

Invadiendo, igual que invade, un imperio de hienas el destino,

con compases desordenados y mordiscos que siempre alcanzan objetivos.

Con yugulares aguardando a que el impulso que les baila,

deje de ser el ritmo que danzan los peregrinos

buscando refugio al final de cada largo trecho de un camino.


Veo bestias naciendo de mi lengua.


Veo lenguas liberándose hasta que el resto pidan tregua.

Hasta que el mundo concebible pida a alaridos clemencia.

Veo bestias esperando, lamiendo los barrotes.

Veo manos levantadas antes de gritar “galopen”,

Veo la calma tensa que antecede a la palabra. 

 

Y dejo que todo calle. 

 

Antes de un grito.

Y otro grito.

Y otro grito.

 

Dejo que suenen redobles. 

 

(...)

 

Y después, dejo que todo arda.

Como arden los deseos que se quedaron entre dientes.

Como arden aquellos que jamás supieron desdentarse de pasión en otros vientres.

Que arda todo hasta que no exista jamás otro Ave Fénix.

Hasta que no haga falta que resurja nada ni nadie de sus sienes.

Hasta que arder sea una forma de esperanza que regrese cual boomerang de un cielo inerte.

Que ardamos todos siendo chispa, espurna viva,

que nazcamos como vive el meteorito 

y muramos para siempre sin perder nunca el latido.


Que mi lengua no escupa más palabras huecas ni ningún eufemismo nos llene más de mierda.


Pues soy lengua, Antes inercia.

Soy bestia. Antes inercia.

Soy invasión. Antes inercia.

Pues hoy ardo. Antes inercia.


Pues tu lengua ha permitido que hable cada una de mis bestias.


Que mi triunfo sea buscar paz en la Tierra cayendo a su vez constantemente sobre piedras

que me recuerden cuán viva está la piel que se acrecienta.


Que arda la luz de una noria prodigiosa,

luceándose en destellos y coros de sirenas,

que me susurren “infinito” en las pupilas,

mientras suena un ukelele hasta mi muerte.

Que me apague tan tarde que toda música resuene para siempre.


Que mi lengua hable tan fuerte que mi impacto resuene como una jauría

que acalle para siempre, la inercia de toda mente.


Pues tu lengua animal me invade y a mi bestia,

ya no hay cuerda que la calle.

 



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