AJEDREZ DEL NO

Nos disponemos,
de nuevo,
a jugar al ajedrez del no.
Sentados uno frente al otro
  a la distancia de un tablero, donde todo es blanco
y todo es negro.
Afilamos nuestras estrategias
con expresión de “sé lo que me hago”
e interior de “por favor, no me hagas ésto”.
Ponemos en marcha nuestros relojes y,
  de nuevo,
nos tomamos el poder jugar como el verdadero juego.
Encumbramos al azar y ninguneamos la fortuna.
Cargamos la mirada de peligro y desafío
mientras movemos toda pieza sin sentido.
Arrinconamos nuestras torres
y doblamos nuestros peones
para sacrificarlos luego
en gestas aún menores.

Sacamos nuestras reinas
a pasear
a intimidar
a enamorar.
Para acabar, 
como siempre,
reculando.
Para acabar, 
como siempre,
enrocándonos en A3 y no en A2.

Nos negamos cada ataque.
Mareamos al alfil con diagonales.
Al caballo con trotes banales.
Nos pavoneamos mostrando cómo nuestro caprichoso rey
arrincona aún más a nuestras poderosas torres
sin querer ver que, en el fondo,
somos el más vulnerable
de nuestros doblados peones.

Pero, igual que un torpe aprendiz de mago,
en el fondo,
gozamos intentándolo.
Retándonos.
Aliñando cada reto con jaques de P3.
Negando que eludimos destronarnos.
Negando constantemente que eludimos
la estrategia maestra de conquista real: 
¿Apertura italiana?
No, defensa eslava.
¿Gambito de dama?
No, defensa siciliana. 
 ¿Apertura Ruy López? 
No, jugada de trampa.
¿Atracción?
No, liberación de espacio.
¿Buscamos a Bobby Fischer? 
No.
¿Jaque al peón? 
No.
¿Jaque al alfil?
 No.
¿Cambiamos reinas? 
No.
¡No, no y no!
¡Ajedrez del no, no y no!

Hasta que un día ya no pudimos negar
 que el brillo de nuestros jaques
anochecían a mate
cada vez antes.
Y lo dejamos en tablas.
Lo dejamos en tablas,
apenas diez segundos después de aquel momento
en que esbocé que iba a empezar a jugarte en serio.

Y abandonaste el tablero
con tu reloj aún en marcha.
Y yo, con el mío detenido,
vi como te alejabas.
Arrepintiéndome de habernos seguido el juego.
De haber reservado mis piezas.
De haberme pavoneado en tu maldito ajedrez del no.
En vez de atacar con todo
y desarmarte ya de inicio con un jaque mate pastor.
Y que tras él,
quisieras darme la revancha
pero llevando tú las blancas.
Que anhelaras arrinconarme, 
inmovilizarme, 
apabullarme
con: “¡Jaque”, “Jaque”, “Jaque!”
Jaque al alma”
Jaque al cielo”
Jaque a tus fantasmas del pasado”
Jaque a ese equilibrio tuyo impostado
del que se mantiene en pie tras el mordisco certero de cien besos aullando”
¡Jaque, jaque, jaque!”
Que quisieras repetir pasión hasta demostrarme
que fuiste estratega desde los columpios
pero que a montañas rusas no te vence nadie.

Y yo, que podría haberte deslumbrado hasta cegarte
jugando a mi ajedrez del sexo,
jugando a mi ajedrez del "¡sí, sí, sí!",
sobre este mismo tablero,
cegarte hasta transformar nuestra eterna partida en un:
Sí, quiero”,
yo...
me conformé con cada amago de escarceo.
Con ser un pasatiempo en tu ajedrez del no.
Hubiera cambiado esas 200 previsibles norias
por un simple minuto en nuestro infierno.


Ahora sólo deseo
empezar a vivir de otros recuerdos.
Sentir que otra me aniquila
pero jugando a cierto.
Ahora sólo deseo
que tu reloj no siga corriendo.
Que regreses.
Me mires.
Lo pares.
Y de una maldita vez me digas:
Mate”.



Entradas populares de este blog

"QUIERO"

HOY NO HE NACIDO PARA ESO

MERECES