MADRIGUERA (PARA “ALICIAS”)

Poema basado, de forma muy personal, en Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll.



«Debes, debes, debes.

Corre, corre, corre.

Debes, corre, debes, corre, debes, corre.

Cae, cae, cae...».



Sigo refugiado en mi madriguera.

Tengo miedo.

Me asusta la vorágine que escucho ahí fuera.

El torpedeo en minuteros.

La locura sin cabezas.

No quiero salir.

Quiero seguir al calor de este hogar.

Al cuidado

de un ritmo vital y sosegado.

Observar desde esta distancia

esa marabunta de tumbas que retumban

creyendo ser seres vivos

en plena jauría de inercias y espejismos.

En plena vorágine de:



«Debes, debes, debes.

Corre, corre, corre.

Debes, corre, debes, corre, debes, corre.

Cae, cae, cae...».



Tengo miedo.

Intento taparme los oídos, pero en posición fetal

es aún más contundente su:

«Tic, tac, tic, tac, tic, tac».



Sigo refugiado en mi madriguera,

pero ya siento la presión exterior del que lleva

más de nueve meses esperando.

Tanto,

que hasta quien más me quiere ya me expulsa

bajo arengas de:

«¡Empuja, empuja!».

Mientras la marabunta me esputa:

«¡Corre, corre, pequeño! ¡Llegas tarde a tu nacimiento!»

¡No, no quiero!

¡Dadme quince días más de seguro a todo riesgo!

¡Tengo miedo!

«¡Corre, corre, pequeño! ¡Llegas tarde a tu nacimiento!»

(Aún no sé decir «jugar» y ya sé sentir «lo siento»)



A ver,

nacer no es vivir.

Yo ya latía.

Nacer solo es salir con valentía.

Y así voy, decidido, hacia la luz.

Arrastrándome a gatas invertidas por el útero.

Salgo del armario umbilical de mi mamá

repasando lo que será

mi futura vida, del primer llanto

hasta el infarto:

Seré maestro de todo aquello que me haga vulnerable.

Seré feliz como el sol en pleno eclipse menguante.

Seré tormenta en plena brisa y aguacero en pleno estanque.

Y seré fugaz, como estos días de más

en la placentera placenta de mi madre.



Y al asomarme...

¡la marabunta!



«Debes, debes, debes.

Corre, corre, corre.

Debes, corre, debes, corre, debes, corre.

Cae, cae, cae...

¡¡Empuja, empuja, empuja!!

¡¡Que le saquen la cabeza!!»



¡No, no me decapiten el instinto!

¡No me decapiten la inocencia!

¡No hagan que un sombrerero tape todas mis ideas!



Pero es tarde.

Salgo.

Luces, llantos, ojos, manos,

gritos desgarrados,

yo hecho un cromo

y ante tal cuadro,

lloro,

lloro,

lloro.



Y entonces, la gente sonríe satisfecha por mi logro.

Siento como un halo de paz.

Siento, durante un segundo... la maravilla.



Justo antes de escuchar las reglas del juego de mis grandes:



«Debes, debes, debes»

Debes ser fuerte. Debes ser alto. Debes ser sano.

Debes deber para poder ser otro de tantos.



«Corre, corre, corre»

Corre, pero no huyas.

Crece, pero sé escaso.

Clónate pronto en mis fracasos.

Y sueña.

Sueña lo justo

para poder coger las fuerzas que te permitan seguir siendo un esclavo.






Quiero volver a mi madriguera.

Tengo miedo.

Me asustan las locuras que escucho aquí fuera.

Quiero no sentir más presión que la del feto,

que aún no sabe

que ahí dentro

todo iba a ser un sueño.





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