ENCANTAMIENTO




Un billón de trillones de motas de polvo

se acumulan sobre nuestro antiguo sofá de coquetear.

Nosotros lo seguimos ignorando

sentados justo enfrente,

pero a varios años ya de distancia,

sacándole brillo constantemente

a nuestro altivo sofá de desfallecer.

Tu cuerpo está aquí.

Y tú, tan ausente.

Tan desdibujada.

Tan eclipsada por lo que fuiste

y, tal vez,

por lo que serás.

Mi cuerpo está aquí.

Y yo, tan ausente.

Tan desdibujado.

Tan eclipsado por lo que fui

y, tal vez,

por lo que serás.

Pero seguimos.

Seguimos jugando a matemáticos verbales.

Conjugando fórmulas para ecualizarnos

en la sintonía menos mala.

Conversación tras conversación.

Conversación tras conversación.

Repetición tras repetición.

Y al final,

tal vez,

tras tanto tiempo pactando para amansarnos

en un punto intermedio,

lo que nos acabe destruyendo

no serán las tempestades,

sino las calmas.

Y al final,

tal vez,

lo que derrita nuestros relojes

no será el tiempo,

sino la espera.

Y al final,

tal vez,

lo que hable por nosotros

no será lo que nos digamos,

sino lo que nos callemos.

Tal vez,

de tanto saber

que podríamos volar como gaviotas,

seamos rémoras.

De tanto saber que podríamos tenerlo todo,

transformemos nuestro tanto

en casi nada.

Pues, por mucho que te empeñes,

jamás sabré más sobre tus teorías

que sobre mis prácticas.



Y así estamos.

Prefiriendo perder la vida que morir de una maldita vez.

Prefiriendo

ser continuas revisiones de un mismo clásico.

Constantes caravanas de un mismo tráfico.

Ser los mismos vocablos de una lengua afónica.

Ser miles de marcas de la misma tónica.



Pero, aun así,

seguiré creyendo que solo somos fruto

de un encantamiento.



Que nuestra magia resurgirá entre el tedio.

Como surgió en el primer encuentro.

Como surgió de la nada,

de una mirada,

de una palabra,

de una respuesta,

de la entonación diferente de un mismo verbo

durante una redada de eternos anhelos.

Lo conseguiremos.

Saldremos a flote en mitad de este océano.

Porque las balsas entienden más de mares

que de naufragios.

Porque los remos entienden menos de Rómulos

que de esfuerzos.

Lo conseguiremos.

Derrotaremos estas rutinas cíclicas.

Fallecerán los nichos sobre los lechos.

Renacerán los pálpitos sobre los hechos.

Insuflaremos de vida nuestras cenizas.

Vaciaremos nuestros desiertos

detonando una explosión en su puto punto intermedio.

Y un billón de trillones de motas de polvo ninguneadas

se levantarán al unísono,

como una tormenta de arena a ritmo de allegro.

Como un huracán de cenizas insufladas de aliento.

Se desplazarán

como un remolino de ira que encuentra su paz

tras cambiarse constantemente de lugar.

Y se posarán,

finalmente,

para siempre,

sobre nuestro antiguo sofá de desfallecer.



Y el sofá de desfallecer,

tan desdibujado,

tan eclipsado por lo que fue

y, tal vez,

por lo que será,

se sumirá en el tedio.

Marchitará su empeño.

Y vivirá creyendo que él,

tal vez,

solo es fruto

de un encantamiento.






Entradas populares de este blog

"QUIERO"

HOY NO HE NACIDO PARA ESO

MERECES