CUERNOS



22:45. 
Estoy en el sofá.

Te acercas. 
Vacilante.

Con andar de mochila. 
Con peso de culpa.

Con una metralleta cargada de hechos que lo cambian todo.

Y, tras un beso de azafata,

te sientas en tu esquina del sofá.

Y me tocas.

Con caricias sobreactuadas de teatro amateur.

Y me miras.

Recogiéndote el pelo como a borbotones,

conteniendo la flor de tu piel para no llorar.

Y te aferras. 
A mí. 
De miedo.

Y me sueltas. 
A mí. 
De golpe.

Que tengo... cuernos.



Y te quedas tan ancha.

Y te quitas el peso de culpa.

Y me dejas el andar de mochila.

Y te aferras. 
A ti.

Al mayor de tus principios: la sinceridad.



Y yo me levanto. Vacilante.

Con andar de mochila.

Con peso de: «¿Disculpa?».

Con una metralleta cargada de imágenes imborrables que yo no escogí.

Quédatelo para ti.



Debías cargar tú esa mochila.

Debías cargarla tú con tu conciencia,

con tus impulsos, sin mi clemencia.

Pero no. 
La cargo yo.

En mi estómago.

Como una espiral que no puedo parar.

No la puedo parar. 
Necesito saber...

detalles, olores, sonrisas, caricias, posturas, etcéteras.

Miles de etcéteras. 
Millones de etcéteras.

Mi mente no puede parar. 
No puede parar.

Es la misma emisora repitiendo cuñas de tus gemidos sin cesar.

Miles de: «¡No pares!».

Miles de: «¡Oh, Dios mío!».

Miles de: «¡¡Sí, así, fóllame así!!».

Tu mirada entreabierta, tu expresión lasciva.
Tu piel erizada de pasión prohibida.

Tus jadeos constantes de tonos agudos que yo no te he escuchado jamás.

Jamás.


Y ahora tampoco.

Tampoco los escucho.

Aunque te perdono. 
Aunque tú te esfuerzas.

Con jadeos bienintencionados de teatro amateur.

No los escucho.

Solo proyecto, recreo, reinvento los que hiciste con él.

Los proyecto en la pared a la que miro

cuando vuelvo a acostarme contigo.

Recordando a la persona que fuiste.

Evitando a la que quieres volver a ser y ya no eres.

Quédatelo para ti.



Y no traigas de regreso a mi niño asustado.

Al que inmoviliza el miedo si no encuentra el abrazo.

No traigas de regreso al joven guerrero que ama,

al que el valor le hace luchar sin coraza 
y la primera espada le atraviesa el alma.

No me recuerdes que estoy solo en este mundo.

No me recuerdes que al crecer

ni tenemos nido ni tenemos rumbo.



Desgárrate el cuello gritando:
 «¡¡¡Así, así!!!».

Desgárrate el cuello hasta reinventarte virgen.

Hasta extasiar el aire. 
Hasta evaporar el aire.

Hasta evaporar mis defectos y tus anhelos.

Mis «nosequés» y tus «noseacuántos».

Hasta rebozarte en nada.

Hasta sentirte vacía 
entre un amasijo de parches.

Entre una hipoteca de culpas.

Hasta pillarte in fraganti echándome de menos.

Necesitando mi cobijo.

Hasta que me ames tanto

como para mentirme cada día

y yo no note que eres otra.


Hasta que me ames así, así, así:

fóllame así

y quédatelo para ti.

 






VERSIÓN MUSICADA: SALVA SOLER + ANDREA PORCAR

Entradas populares de este blog

"QUIERO"

HOY NO HE NACIDO PARA ESO

MERECES